RUINAS CASTILLO ALDEIRE 24/12/11

domingo, 3 de mayo de 2009

EL VALOR DEL SILENCIO


Sucede, muy a menudo, que muchas personas sienten unas ganas locas de gritar a los cuatro vientos, algunos secretos que conocen por su profesión y guardan en su alma, no por cobardía que no la tienen ni porque estén obligadas a silenciarlos, sino porque saben que si los hacen públicos, muchas personas totalmente inocentes se verían arrastradas por la corriente de “los sin escrúpulos”, que se cobijaron hábilmente a su sombra para tener una coartada, caso de que estos vieran la luz, sintiéndose seguros bajo manto ajeno y pensando que nadie se atreverá nunca a publicarlos.


Pero su silencio les está costando un gran esfuerzo diario para mantener la boca cerrada y la sangre fría. Como suele suceder, casi siempre en estos casos, esos secretos suelen estar pegados a la punta de la lengua de quienes los conocen, lugar muy húmedo y resbaladizo para que, al menor descuido, se le puedan desprender cayendo al vacío y se abran las hojas de ese oscuro libro que se mantenía sigilosamente tan oculto, desenmascarando a quienes se sentían muy seguros, escondidos en su particular bunker, rodeados de mentiras y de falsedades.


Parece increíble que en la “Era de las Mentiras”, en la que nos ha tocado vivir, tengan que guardar silencio, precisamente, las personas honradas que conocen la mayoría de las verdades, porque si las hacen públicas, darían la sensación de que les ha movido la venganza, teniendo que callar si no quieren que los traten como cómplices de todos esos malhechores, ladrones de guante blanco y maleantes. Están convencidos, de que si al revés fuera, a los “sin moral” les faltaría prensa y medios de comunicación para hacerlo y los crucificarían sin piedad, una y mil veces, para que todo el mundo los conociera y, a ser posible, las noticias llegaran a los más alejados habitantes de los Planetas de nuestro Sistema Solar.


De cualquier forma nadie les puede asegurar que ese silencio vaya a durar toda su vida y de que algún día no podamos conocer esos secretos también guardados, uno tras otro, que en su mayoría esconden “malas acciones” de sus autores, hechas a sabiendas del daño que causaban a sus semejantes, aunque las tienen adornadas como si de obras de misericordia se tratara, sin haber tenido el valor suficiente para retroceder a tiempo, valor que los afectados y conocedores de tales hechos, hasta el momento, han tenido y tienen para no publicarlas.


Estas reflexiones que hago no quiero que sean interpretadas como velada amenaza para nadie, sino más bien como una advertencia para algunos y se den cuenta de que, tejas abajo, nada hay oculto y de que cualquier día, soleado o cubierto de nubarrones, es bueno para traspasar la línea que divide la verdad de la mentira, lo bueno de lo malo, la luz de la oscuridad.


Por todas estas personas generosas quiero hacer un brindis, por su fuerza de voluntad, valor y coraje que a diario demuestran callando, a pesar de que la guerra que se libra en su conciencia los golpea y machaca para que griten con todas sus fuerzas, sin miedo alguno, que lo que callan no son secretos de confesión y que la gente sabrá, cuando se decidan hacerlo, separar la paja del trigo. Por todo ello, les pido encarecidamente, dejen desprenderse del iceberg de sus labios esos bloques de hielo contaminados, para que su contenido sea conocido por todos y arrastren, de una vez por todas, a sus autores a las inmensas profundidades del Océano de las Mentiras, de donde nunca tenía que haber salido ninguno.