RUINAS CASTILLO ALDEIRE 24/12/11

jueves, 3 de noviembre de 2011

CASTILLO DE NAIPES

Lo mismo que el preso espera en el corredor de la muerte, afligido y desesperado, que le anuncien la hora exacta de su ejecución, así se encuentran la mayoría de los españoles, que aún tienen la suerte de contar con un trabajo, cuando se van acercando los últimos días de cada mes por si, para el mes siguiente le corresponde, a él o a ella, engrosar esa lista maldita.

Todos se encuentran al borde de esa catarata sin saber si les van a empujar para sepultarlos en ese mar de familias que no llegan a comprender como les ha tocado a ellas si eran escrupulosamente cumplidoras en sus respectivos trabajos. Sus cabezas se han convertido en molinos eólicos que, en vez de energía eléctrica, producen desesperación, desánimo, depresiones y en algunos casos tal ofuscación que les ha llevado al suicidio.

A los que siguen trabajando, la zozobra y el miedo a ser incluidos al mes siguiente en esa lista negra, no los dejan vivir con tranquilidad porque saben que esa espada de Damocles pende sobre sus cabezas.


Los Políticos se echan la culpa los unos a los otros de que nos encontremos todos en esta situación, pero ninguno de ellos ha propuesto que sus sueldos sean los últimos en pagarse, después de los pensiones, de las nóminas de los funcionarios, de las prestaciones de los parados, de los gastos originados por la Seguridad Social, de los medicamentos a la industria farmacéutica y después de cumplir con todo lo que dice la Ley de Dependencia, etc. etc. Tampoco se ha escuchado a ninguno proponer el reparto de parte de sus sueldos. Nos hacen la pantomima en el Parlamento, en las declaraciones públicas o en las televisiones, pero ninguno de ellos ha bajado a la arena en donde, casi cinco millones o más, luchan entre la miseria y la desesperación.

Los trabajadores no tienen culpa de nada de lo que está sucediendo a pesar de que el Banco le diera un préstamo mayor que el valor del piso que había comprado. Era el Banco el que hacía de usurero al consentirlo porque esperaba pingues beneficios de ese contrato y de quienes dejaron libertad, sin supervisión, de que esto sucediera.

Por eso se ha caído todo como un Castillo de Naipes. No han hecho bien sus deberes ni la cimentación ni la estructura pero, por favor, que dejen de culpar al parado que demasiado tiene ya.