RUINAS CASTILLO ALDEIRE 24/12/11

martes, 17 de agosto de 2010

¿SE PUEDEN EVITAR LOS INCENDIOS FORESTALES?

Es cierto que esta pregunta nos la hacemos muy frecuentemente cuando, a la pequeña pantalla, se asoman a diario, las devastadoras imágenes de fuego y humo que vemos como ponen en peligro las viviendas de esos pequeños pueblos, enclavados dentro de sus bosques y desconocidos para la mayoría de nosotros. Sus nombres nunca antes los habíamos escuchado hasta que, de pronto un día, la desgracia del fuego, les hace abrir todos los informativos de las Televisiones. Nunca habían sido protagonistas de nada, ni de noticia festiva, ni de poseer alguna industria de renombre, ni tampoco por tener un turismo de elite o masificado, cosas por las que conocemos a otros muchos Municipios.

Pero estas enormes desgracias que acaban con la vida, no sólo de la flora del lugar sino también de su fauna, hacen que se pierdan para siempre especies de animales que jamás se volverán a recuperar, por muchos adelantos científicos que existan. La precaria economía de sus habitantes queda tirada por los suelos. Ahora ocupan, a su pesar, la portada de todos los periódicos. Estas desgracias PODÍAN haberse evitado, casi todas, si se les hubieran dedicado los fondos suficientes para eliminar todo ese polvorín de matojos y leñas muertas del que nuestros bosques están impregnados y a los que la Administración, parece ser, olvida con la llegada del Otoño. Estoy convencido de que su coste sería infinitamente menor para las Arcas del Estado y de las Comunidades Autónomas y, al mismo tiempo, seguiríamos manteniendo intacta la Naturaleza que hemos heredado de nuestros antepasados y que a lo largo de los años hemos sabido mantener, sin llegar a perder ni un sólo árbol, ni una sola vida animal.

Si la enorme fortuna que los Gobiernos se gastan en apagar estos fuegos con verdaderas flotillas de helicópteros, de hidroaviones, de brigadas de bomberos forestales equipados con trajes ignífugos para su seguridad, de moto-bombas, de todas clases de vehículos, de herramientas y de incontables millones de euros que después se derrochan en su repoblación para comenzar de cero, la DEDICARAN a la limpieza de los bosques quitando la maleza que, sobre todo, en los años lluviosos brota por doquier, cortando las ramas secas que las plantas tienen a nivel de suelo y que las convierten en un terreno abonado para el fuego, seguro que SERVIRÍAN para que una malintencionada colilla de cigarro, para que una barbacoa mal apagaba, para que un despistado rayo de tormenta veraniega o para que un pirómano innato o interesado, SE ENCONTRARAN con un camino más difícil para llevar a cabo esa devastación.

Muchas personas que viven en las grandes ciudades desconocen esta enorme preocupación e inquietud con la que convivimos el día a día de cada verano en estos pequeños núcleos rurales que, rodeados de enormes extensiones de pinos, encinas, arnachos y otras miles de plantas vegetales, conforman un gigantesco pulmón, para que ellos puedan respirar el aire puro. Si algún día nos llega esa desgracia, sólo nos quedarán árboles calcinados, animales muertos y desaparecidos, paisajes cenicientos y desoladores invitándonos a reflexionar y, a ellos, un poquito menos de aire puro y una poquita más de polución.

Los Gobiernos Central y Autonómicos lo tienen muy fácil si ponen en práctica esta receta, pero me temo que, como cada Verano, seguirán esperando la llegada del Otoño y nosotros, mientras tanto, tendremos que conformarnos con ver en la pequeña pantalla esas terribles imágenes y escuchar las lamentaciones del Gobernante de la Comunidad de turno asomándose a la misma.

JUAN MONTES CHECA

No hay comentarios:

Publicar un comentario